La Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció que van más de 3,000 personas muertas en África occidental y más de 10,500 personas afectadas con el virus del ébola, toda una epidemia hasta ahora incontrolable. La pregunta es ¿por qué está ocurriendo esto precisamente en África?
Se conoce que el continente africano vive una tragedia permanente que se expresa en guerras civiles, intervenciones colonialistas por el control de sus recursos naturales (diamantes, petróleo, oro, fauna y flora), violencia sexual, secuestro de niñas y como si fuera poco enfermedades como la malaria, el sida y ahora el ébola, sumado a los desastres naturales (sequías) que la configuran como el continente más pobre, desnutrido y maltratado del mundo.
Todo un contraste con lo que venden las películas de “Tarzán” y de los “Safaris”. El hacinamiento y los campos de refugiados es característica general en la selva africana que la predispone al contagio de múltiples enfermedades, siendo la mayor catástrofe humana del mundo, donde la muerte por la comida es cosa de todos los días para miles de familias.
Qué ironía un continente con la mayor riqueza del mundo y con la mayor población humana en situación de pobreza extrema. Toda la historia trágica de África es su riqueza que es su perdición, pues sigue siendo saqueado por intereses extranjeros desde la era del marfil a la del coltan (mineral), desde Leopoldo II de Bélgica a las multinacionales del teléfono móvil, son muchos los que se han enriquecido explotando sus recursos naturales. Sus habitantes, cuya mortalidad supera en un 60% la media africana, no están entre ellos.
Y hay una relación directa entre la explotación minera y la violencia endémica que sufre el país desde su independencia, como destapó un demoledor informe de la ONU en 2002. En él se citaban 114 empresas, en buena parte occidentales, que azuzaban o se aprovechaban del conflicto para engrosar sus beneficios (venta de armas, medicamentos, alimentos etc.), solo entre 1998 al 2003 murieron más de 5 millones de africanos por la llamada “primera guerra mundial africana”, en la que intervinieron ocho ejércitos extranjeros y decenas de grupos armados.
Todas las facciones se subdividen en grupúsculos al mando de señores de la guerra locales, cuyo principal objetivo es controlar un territorio para vender sus riquezas al mejor postor. Por otra parte, el Congo sufre el índice más elevado de agresiones sexuales del planeta. Sólo en Kivu Sur se documentan 25.000 violaciones al año.
Pero la guerra no es el único cáncer extendido en este vasto continente, donde miles de familias abandonan sus pueblos y se refugian en los bosques de la selva. Las cifras señalan un panorama desalentador: la mitad de la población africana, más de 300 millones de personas, vive en condiciones de extrema pobreza, con el equivalente, o menos, a un dólar de Estados Unidos al día.
Esto, aunado al bajo nivel de educación y salud, entre otras carencias, parece poco ante el peor mal: el sida y el ébola, símbolo de la exclusión africana de la globalización económica.
Existen muchas teorías que tratan de dar cuenta por qué África es en el fondo un laboratorio natural de la maldad. Se menciona, por ejemplo, que aquí se experimenta con virus para la guerra biológica, utilizando primero monos o primates que luego van a terminar infectando al ser humano.
Hay quienes aseguran que “detrás de cada brote de este tipo de enfermedades está el cartel de las farmacéuticas, una de las industrias más poderosas, influyentes y perversas del mundo” y que ahora aumentan sus beneficios con este nuevo brote de ébola, incluso ya se ha denunciado a un centro de investigación biológica estadounidense llamado Fort Detrick, por “inocular virus como el VIH, Ébola, Peste bubónica, Antrax y Virus del Nilo Occidental” y casos de cáncer en ciudades cercanas a sus instalaciones.
No es solo a nivel animal que se produce estos experimentos, se tiene referencias de la propagación de diversas cepas de virus en los cultivos de yuca, componente principal en la alimentación de la población africana, virus que han devastado las cosechas en Uganda, la enfermedad se manifiesta en las raíces, que es lo que se consume.
Este tétrico panorama se complica aún más por el cambio climático que por el aumento de la temperatura facilita la reproducción y aumento de la población de los insectos “mosca blanca” que es la que trasmite el virus a las plantas. Es decir no solo experimentan con animales y vegetales, sino también con humanos indefensos.
Pero lo que poco se dice es que las intervenciones no solo producen muerte y mayor pobreza, también generan deforestación de la cubierta vegetal, por ejemplo en la costa de Marfil, hasta la década del 60 contaba con cerca de 16 millones de hectáreas de bosques, en la actualidad Costa de Marfil tan solo dispone de tres millones.
La venta ilegal de caucho amenaza con convertir en «un desierto» el norte de África. Un caso similar es el de Somalia, con el carbón como mercancía amoral, por la quema indiscriminada de árboles para su producción. África está perdiendo más de cuatro millones de hectáreas de bosque cada año, el doble de la tasa mundial de deforestación, según un comunicado del Programa Mundial de Medio Ambiente (PMA).
Esta actividad tiene mucha relación con la propagación del ébola, pues se conoce que árboles y bosques son los hábitats de los murciélagos (animales frugívoros), que al ser devastados permiten mayor contacto con otros animales y los seres humanos, logrando trasmitir el virus del ébola de manera explosiva y diseminarlo por todo el territorio.
Por Carlos A. Bocanegra García
Profesor Principal de la Universidad Nacional de Trujillo.
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