(Por Lorena Frías Saavedra- Psicóloga).- La muerte, como hecho biológico, que pone punto final a la vida, es en sí mismo un acontecimiento que desencadena una sucesión de pensamientos y de reacciones impregnadas de una gran carga emocional. En este momento de dolor, a la vez, se tiene que decidir y optar por el entierro (inhumación) o por la incineración (cremación), siendo la cremación, en los últimos tiempos, una posibilidad que cada vez más aceptada por la sociedad. Los entierros ecológicos existen hace varios años tanto en EEUU, Nueva Zelanda, Reino Unido y otros países del norte de Europa; así como en Latinoamérica, se ha incrementado mayormente en Argentina. Básicamente se trata de realizar ceremonias más simples y, que pueden causar menos trauma y dolor.
Readaptarnos, resignificar nuestra vida
Procesar, aceptar y readaptarnos a esta pérdida se le denomina “duelo”. Y el duelo no significa” olvidar”, significa aprender a vivir con la ausencia física del ser amado. Llorar, gritar, desesperarte, son emociones y sensaciones que son válidas de experimentar. Al elegir no enfrentar el dolor, corremos el riesgo de que este proceso se vuelva crónico y difícil de incorporarnos al ciclo vital. El peor duelo es aquel que no se enfrenta, lo importante es vivirlo intensamente hasta llegar a la aceptación.
Una nueva forma de presencia
Existen ritos funerarios que nos ayudan a tomar conciencia de la ausencia del ser querido, permitiendo por un lado, cerrar el tipo de vinculación mantenido hasta ahora y buscar otro modelo de relación que nos permita tenerlo presente de forma no traumática. En la actualidad cremaciones ecológicas o entierros verdes, que preparan al cuerpo libre de sustancias tóxicas y con túnicas de algodón para evitar menor contaminación, en donde los restos son colocados en urnas biodegradables y enterradas en bosques o campos santos, con semillas, de las cuales crecen árboles, manifestándose la metáfora “de la muerte a la vida”.
Otras posibilidades para lidiar con la pérdida de la persona amada, se centran en algunas estrategias, que dependen estrictamente de nosotros mismos:
- En primer lugar, es necesario darse permiso para expresar todas las emociones y sentimientos que vivenciamos. Los duelos silenciados suelen ser más difíciles de superar.
- Comienza a escribir un diario sobre los recuerdos positivos, significativos y sobre cómo te sientes desde que tu ser querido no está contigo y comparte anécdotas para recordarlo.
- Ríndele un homenaje u honra su memoria en una forma adecuada, como le gustaría.
- Aliméntate bien, haz ejercicio y descansa. Un duelo sano exige el esfuerzo por retomar cuanto antes las actividades cotidianas.
- Si sientes que tu dolor es abrumador, el soporte emocional de un Psicólogo, será de gran orientación.
- Finalmente, siendo de cualquier creencia o religión, un acercamiento espiritual y trascendental, brinda tranquilidad y serenidad a los días.
En el “cómo” afrontemos estos acontecimientos descubriremos los “para qué”. Es decir, descubriremos que lo verdaderamente sano es normalizar la vida, integrando en ella, con la mayor naturalidad que sea posible, el luctuoso suceso que experimentamos como parte de nuestro crecimiento y trascendencia personal.