Un triste final tuvo un chofer de colectivo de 36 años. Angustiado por problemas sentimentales, acabó con su vida tomando un efectivo raticida. Para asegurar su muerte, se lanzó al canal de Chavimochic.
El desafortunado hombre se llamaba Rigoberto León Amaya y era un chofer que vivía en la avenida Indoamérica de La Esperanza donde ayer lo esperaban su conviviente y sus dos hijos de 12 y 8 años.
Lina Plasencia Chávez contó a Satélite que, como de costumbre, él salió muy temprano para ganarse la vida manejando un colectivo negro. Pero hasta la noche no llegó.
“Era mi conviviente desde hace años, pero últimamente discutíamos mucho porque no traía plata y el dueño del auto me cobraba la taquilla. No sé por qué no traía plata. La última vez que hablé con él fue a las 9 de la mañana porque le había encargado 250 soles para que pague una tarjeta”, contó. Desde ese momento no supo más.
Lo cierto es que al mediodía de ayer, en el ingreso de tierra ubicado a la altura del kilómetro 547 en el Alto Salaverry, frente a la garita de control de la empresa agroindustrial “Green Perú”, la policía de la comisaría de Miramar encontró su cadáver flotando en uno de los canales de Chavimochic.
Lo insólito del caso es que para que no se pierda en las aguas, el chofer se había atado una soga al pie y al otro extremo dos botellas de agua. Al borde del canal hallaron su celular, tarjetas de control de su colectivo, un manojo de llaves, una botella de jugo y un sobre de raticida. Se había suicidado.
“No sé por qué ha hecho esto. Recién hoy me enteré lo que había pasado. Creí que se había ido a la sierra, porque así se iba a veces sin avisar”, lamentó su conviviente Lina Plasencia, quien trabaja en la empresa agroindustrial Green Perú. (Fuente: Satélite)