Deportes y apuestas

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Las apuestas deportivas son casi tan viejas como el deporte mismo. Desde que la actividad deportiva dejó de ser vista como un sucedáneo de la guerra y se naturalizó como evento social, empezó a correr el dinero (o lo que fungiera como tal en cada momento) para apostar por un contendiente u otro. Desde esa antigüedad hasta hoy mucha agua (y fortunas) han corrido bajo los puentes de la historia.

Hace mucho mucho tiempo…

Desde las épocas remotas hasta la aparición de gigantescas plataformas digitales como Bet365, la historia es larga.

Apenas la gente comenzó a concentrarse en urbes cada vez más grandes, y como resultado de tener ciertas necesidades básicas crecientemente satisfechas, aumentaban el deseo de ocio y el reclamo por alternativas de diversión. Y ya en la Grecia clásica se encuentran testimonios de carreras de animales y otras actividades en las que se apostaba. Y no poco ni esporádicamente.

Pero fue durante el auge del imperio romano cuando las apuestas deportivas llegaron al estatus de verdadera “industria”. El famoso “circo romano”, que tuvo su máxima expresión en el Coliseo de la “Ciudad eterna” no solo incluía las carreras de cuadrigas y las peleas entre gladiadores (e incluso “batallas navales” en las que el lugar se inundaba para que guerreen barcos y sus tripulaciones) o luchas entre gladiadores y animales salvajes, sino también unos muy aceitados sistemas de apuestas.

Tras la caída del imperio, el furor por las apuestas amainó mucho, tanto porque las necesidades básicas del pueblo comenzaron a quedar insatisfechas por tanta invasión y guerra, sin volver a conocer una gran popularidad hasta bien entrada la edad media, con el agravante de la gran influencia del flamante y poderoso cristianismo, que no veía con buenos ojos al juego por dinero.

No obstante…

Como siempre, las prohibiciones suelen tener un efecto contrario al deseado; lo que antes era público pasó a ser privado y listo. Entre otras cosas, resurgieron las carreras de galgos y las de caballos, sin olvidar que en las célebres contiendas entre caballeros de pesadas armaduras y largas lanzas también se apostaba fuerte.

A partir de aquellos remotos años surgen los juegos de cartas que hoy conocemos y las carreras de caballos tienen tal auge que diversos gobiernos (comenzando por el británico) optaron por legalizarlas, no sin percatarse de que era una buena fuente de ingresos fiscales. Y de empleo, y de movimiento de capitales, por supuesto.

A partir del siglo XIX, la historia es conocida. Las presiones religiosas merman, los Estados nacionales comienzan a fomentar lo que les conviene y grandes capitales se invierten en los juegos de azar; las casas de juegos se multiplican e internacionalizan, a veces estableciéndose como símbolos aspiracionales de lujo y glamour, retratadas como tales por una industria audiovisual de crecimiento imparable.

Y así hasta hoy, cuando contamos con herramientas como bet365 y otros emprendimientos digitales que nos permiten jugar desde casa, sin trasladarnos. El camino ha sido largo. ¡Y apasionante!

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